domingo, 14 de junio de 2009

Las Aventuras de Miss Adore

Entré al blog y lo primero que hice fue fijarme en la fecha de la última entrada. Treinta de mayo. Lo que significa que tenía el Loft muy abandonado, pero como podrán notar, he vuelto. 

En los exámenes me fue bastante bien, aunque en física y matemáticas pudo haberme ido mejor (¬¬), pero de resto no puedo quejarme. Ahora les contaré un poco sobre lo que ha sucecido en mi vida estos días.

Me metí en un concurso intercolegial de lieratura, y me aceptaron. Se eligen tres cuentos por colegio, lo que hace un total de 40 cuentos (si no me equivoco) en total, y de esos 40, los tres mejores serán publicados. El cuento que escribí se llama Réquiem de un amor, y es basado en una historia real, o algo así como "le sucedió al amigo de un amigo". Sería muy joroschó si ganara.

Y para finalizar, les contaré mi pequeña aventura del día viernes:
Luego de la clase de química, teníamos que ir al laboratorio de informática, pero yo no tenía nada de ganas de ir, así que a mi druguito T. (el valiente caballero, con ínfulas de CoolMcCool que protagonizó conmigo El susto de mi vidase le ocurrió la brillante idea de escaparnos.
Si no queremos ir, no vayamos.
¿Y a dónde, mi pequeño genio, se supone que iremos para que nadie se de cuenta que nos escapamos? 
Fácil, al tercer piso. 
El tercer piso, es el piso que está arriba al piso donde se encuentra mi salón, en el último edificio del colegio. El third floor tiene cinco salones de los cuales sólo uno es utilizado (el aula de artes plásticas/artística). Por lo tanto, nadie va nunca allí y está siempre muy solitario. Así que el valiente T. y yo subimos las escaleras y en busca de un salón al cual meternos. Pero todos estaban cerrados. 
Genial, ¿y ahora qué?
T. esbozó una sonrisa que decía: no hay nadie más brillante que yo en este lugar, y sacó una tarjeta de su billetera, y así de fácil como se respira, abrió la puerta de uno de los salones. Entramos y el mesto tenía un olor medio raro, el cual no supe identificar. Nos sentamos en el suelo, en un lugar donde no pudieran vernos y comenzamos a charlar tranquilamente. Estuvimos un rato así, hasta que una sonrisa se dibujó en el rostro de T., una que yo conocía demasiado bien. Porque esa sonrisa pícara sólo podía significar una cosa. Y en ese momento acepté mentalmente lo que tanto me había empecinado en negar, pero que todos mis drugos me decían siempre: T. quiere algo contigo. Pero nadie sabía a ciencia cierta si ese algo era serio, o un simple making out. Aunque yo estoy 100% que se trata de la segunda opción, puesto que él nunca ha intentado nada conmigo, bueno, excepto por...
¿Qué? Pregunté nerviosamente.
Tengo una idea muy buena.
No confió en tus "muy buenas" ideas, T.
¿Por qué? Deberíamos hacer algo divertido, y a mí se me ocurren muchas cosas. 
Tampoco confío en tu definición de divertido.
¿Segura? 
Se acercó peligrosamente -y digo peligrosamente porque ya estábamos sentados bastante cerca, uno junto al otro-, y me sonrió una vez más. Yo desvié la mirada y sentí su respiración en mi mejilla izquierda.
¿Estás nerviosa?
Giré el rostro para encontrarme con sus ojos de color almendra, brillando. Y justo en el instante en que él rozó sus labios con los míos, escuchamos unos pasos.
Era mi momento para dar gracias por la interrupción, cuando me di cuenta que pasos en aquél pasillo no era nada bueno.
T. me miró sorprendido y asustado, y de repente, los pasos se detuvieron.
Mierda, no otra vez. Dije, recordando como habíamos escuchado unos pasos que luego se detuvieron, la vez de la casa abandonada.
Y al detenerse los pasos, escuchamos el ruido de unas llaves. Sí, unas llaves que estaban abriendo la puerta del aula donde nos encontrábamos. T. y yo nos miramos asustados una vez más y nos pusimos de pie rápidamente. Nos escondimos al lado de unos casilleros viejos que allí estaban, ya que de esa manera, la persona que abriera la puerta tendría que asomarse o entrar completamente para vernos. Sentí que mi corazón iba a salírseme del pecho cuando alguien entró al aula. Ese alguien encendió las luces por alguna razón, y dio unos cuantos pasos... los suficientes como para poder ver que había dos adolescentes pálidos en ese salón abandonado. Yo no pude verle la cara, por la posición en la que me encontraba, sólo pude escuchar un murmullo y luego como esa persona se devolvía por donde había venido, y cerraba la puerta tras de sí. 

T. y yo nos miramos nuevamente, y no pude evitar reírme a carcajadas por lo que acababa de pasar. Él me miró sosprendido, pero luego se unió a mi risa. 
Siempre te ríes cuando estás nerviosa. Fue más una afirmación que una pregunta.
¿Quién era? Pregunté cambiando el tema.
Uno de los señores de la limpieza.
¿Crees que vaya a buscar a alguien para acusarnos?
No creo, ¿tienes idea de cuánta gente habrá encontrado ese tipo en estos salones? Y en condiciones muy diferentes a la nuestra.
No pude evitar reír ante aquél comentario.
Agradecí nuevamente que el resto de la hora se pasara rápido, sin ningun problema, y que T. no intentara nada más. Cuando el timbre sonó, salimos rápidamente del aula, bajamos las escaleras y entramos a nuestro salón como si nada hubiera pasado, a esperar que nuestros compañeros llegaran.



Aquí pueden ver una foto del famoso pasillo, 
tomada por mí el último día de clases del año pasado. 

Sin más, me despido de ustedes, mis queridos drugos.
:-D

 
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