El Susto de Mi Vida

Lo prometido es deuda. En el post anterior, había quedado en que hoy, iba a narrarles el susto de mi vida. 

Lo recuerdo como si hubiera sido antes de ayer... un momento... fue antes de ayer ¬¬

Me encontraba yo junto con algunos drugos, una rica tarde de verano, paseando por las bellas y joroschós calles de esta zona, para sacar al algunas fotos. A una amiga le dio por sentarse en los columpios "un ratito", y como a ella hay que complacerle todo (pobre novio que tiene), nos sentamos en los columpios. El caso es que yo no me quise sentar y me quedé parada frente a ellos, cuando escucho el ensordecedor: ¡¡CUIDADO!! 

Demasiado tarde...

Una pelota de beisbol me golpeó justo en la golová. Fuck. 

El glupo que me pegó en la cabeza se acercó aguantándose la risa. Desgraciado. Le devolví la pelota de mala manera y ni siquiera le acepté las disculpas... es que, pegarme en la cabeza con una maldita pelota es una cosa, pero ¡¡reírse de mí, EN MI CARA es un descaro!! Fuck 2.

Luego de todo el "¿cuántos dedos tengo aquí?, ¿estás mareada?, te sientes bien?, seguimos nuestro camino. Íbamos hablando de la saga de Harry Potter, mientras yo me quejaba internamente por el chichón, cuando la vimos. Aquella enorme casa con pinta de mansión embrujada, tenía la puerta abierta. Y se supone que está abandonada. La verdad es que esa casa es espantosa, en serio, en otro tiempo (o con un poco de arreglo), sería una casa espectacular. Pero en ese momento, no lo era. Porque está sucia, descuidada, oscura, lúgubre y abandonada.

Pero como yo tengo que ser amiga del tipo más valiente (Y ocioso) de todo el país que decidió meterse a ver cómo era por dentro. Y lo peor es que el muy c*ño de su madre quería que yo entrara con el. Fuck 3. Por supuesto que NO, mi querido CoolMcCool, a mi no me interesa si tú amas el peligro, si te gusta invadir casas ajenas, y si eres un ocioso desocupado; me duele la cabeza y no pienso seguir aquí parada llevando sol. Gracias, nos vemos luego.

Pero qué va. Al final terminé llegando hasta la puerta, porque la curiosidad pudo más que el dolor que me estaba taladrando la golová, y decidí que podía tomar algunas fotos.

Cuando el valiente T. y yo entramos ("entramos", pero no pasábamos de la misma entrada), la puerta se cerró. 

¡¡LES JURO QUE SE CERRÓ!! Fuck 4. 

Ya yo iba a comenzar a fijarme si habían ánimas o espectros malignos para matarnos, porque aquél mesto estaba oscuro, ya que las ventanas estaban selladas, cuando me doy cuenta que la puerta no se cerró sola, sino que los desgraciados nos la cerraron. ¡Me cago en @#$%&! 

¡Es que esto solo me pasa a mi y al pato Lucas! Respira profundo. 

Mi querido T., por supuesto estaba de lo más calmado pidiendo que nos abrieran la puerta, porque definitivamente no nos estábamos diviertiendo.

Y los otros pendejos muertos de la risa. Cuando ya teníamos cerca de 3 minutos adentro, diciéndoles que abrieran la puta puerta, yo con mis oídos biónicos escuché unos pasos. C*ño de la madre, lo único que me faltaba. Ya nos iban a abrir la puerta cuando uno de mis drugos dice: Ehh esto no abre. 

¡¿Cómo que no abre, glupo?!  

Es en serio, eh?, La puerta no abre...

Ay, MonesvolBogoytodoslosdiosesdelmundoporfavorayúndemeanomataraestosidiotas.

Los benditos (o malditos) pasos se acercaban más, y ya no eran solo pasos, ahora ¡venían acompañados de voces y de un sonidito medio raro!  El corazón me galopaba en el pecho, y T. me miró, como preguntándome si yo también estaba escuchando los pasos. 

Intentó abrir la puerta desde adentro, y justo cuando estaba por lograrlo los pasos se detuvieron. Al igual que los latidos de mi corazón. Y la mirada de T. se cruzó con la mía. 

Ninguno de los dos se atrevió a voltear, porque sabíamos que la cosa(lo que fuese) dueña de los pasos, se encontraba detrás de nosotros. Fuck 5. 

Antes de que alguno de los dos pudiera hacer/decir algo, una gruesa y estruendosa voz retumbó en nuestros oídos:

-¿Así que divirtiéndose en casa ajena? Pero vengan, para que yo les enseñe lo que es diversión de la buena...

El tipo no había terminado de hablar cuando T. y yo habíamos llegado al otro lado de la calle. Y les juro, queridos drugos, que todo lo que les cuento es real. No he alterado un solo slovo. Les aseguro, que ni a T. ni a mí nos quedaron ganas de volver a esa casa. 

Esta es una historia real, me sucedió a mí y al drugo de vuestra humilde narradora, T.